Inés Labella, graduada en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte en la USJ, abrió en septiembre de 2022 Reset, un centro de entrenamiento personal que, en palabras de su fundadora, “es familia”.

Está enfocado a la salud y entrenan con gente de todas las edades, desde personas mayores hasta adolescentes. “Queremos ayudar a que la gente se sienta mejor y sea más feliz. Por ejemplo, si alguien viene con la idea de perder peso, por supuesto, le vamos a ayudar, pero el objetivo principal es la salud, encontrarse mejor, estar más fuertes, etc.”, explica.

Ofrecen entrenamientos personales, en parejas y en grupos, aunque matiza que los grupos tienen que llegar ya formados. “Los entrenamientos en pareja funcionan muy bien, porque a la gente le encanta venir con su pareja, amigos, padres o madres. Da igual que no tengas el mismo nivel u objetivo, porque nosotros adaptamos todo. Son entrenamientos totalmente personalizados”, detalla.

El primer día realizan una valoración del movimiento y una entrevista individual para saber qué objetivos tiene el cliente, si ha tenido lesiones, qué deportes ha hecho, qué espera del entrenamiento, etc. A partir de ahí, el entrenador planifica las sesiones en función de los objetivos y de los días de la semana que se vaya a entrenar.

“Para mí lo mas importante es el ambiente. Yo me preocupo por absolutamente todos. Quiero saber si han tenido algún problema, si sus hijos están malos o si no han dormido bien. Todo es importante, porque al planificar el entrenamiento necesito saber cómo están para que ellos se sientan bien al venir a Reset. Y si han tenido un mal día, que sepan que al acabar el entrenamiento estarán mucho mejor. Para mí eso es lo más valioso de mi trabajo”, relata Inés.

El camino del emprendimiento

Desde muy pronto, Inés tuvo claras cuáles eran sus prioridades en la vida. Admite que no es “ambiciosa a nivel extremo” y simplemente quiere poder trabajar de su pasión y disfrutar de su familia. Para poder hacerlo, vislumbró dos opciones: crear su propio centro o dirigir uno para mejorar económicamente y tener mejores horarios.

“En ese momento veía muy complicado que alguien me diera la oportunidad de gestionar un centro, así que fui por la opción de emprender”, recuerda. Admite que siempre tuvo claro que quería hacerlo, pero hasta que no contó con la experiencia suficiente no se lanzó a ello. “No creo que lo adecuado sea montar un centro nada más terminar la universidad porque no sabes cómo va el mercado, qué funciona y qué no, etc.”, opina.  

Por eso, de todos los sitios en los que trabajó, fue creando una lista de pros y contras con detalles que le gustaría tener en su centro si alguna vez lo abría. De esto modo reflexionó mucho sobre qué quería tener y qué no, qué metodología seguir y qué deseaba transmitir. “Veía que había mucha gente que intentaba abarcar mucho y al final no abarcaba nada. Yo quería tener muy claro qué quería reflejar con Reset”, argumenta.

Encontrar el local, ubicado en Hernán Cortés, también fue otro punto de inflexión. Inés sabía que quería un lugar con unas características determinadas: con cristaleras, mucha luz y que fuera un punto por donde pasara mucha gente no solo paseando, sino de camino al trabajo.

Todas estas decisiones estratégicas y logísticas se unieron a las económicas. “Lo viví con mucha emoción, pero también con muchos nervios, porque a mí nadie me montó el centro, ni quería que así fuera. Mi familia me dejó parte de dinero y otra parte la pedí al banco y ahora les voy devolviendo todo mes a mes. Abrí con los recursos que tenía, como podía y con muchísima ayuda de mi familia a nivel emocional y anímico”, explica.

Y, por fin, llegó el momento de la apertura. “Fue brutal”, sentencia con seguridad. Inés abrió Reset con la agenda prácticamente llena y cubriendo los gastos desde el primer mes. “Lo cuentas y la gente no se lo cree, pero yo hice un plan de negocio muy detallado y, desde que dejé en febrero mi anterior trabajo hasta que abrí en septiembre, estuve haciendo entrenamientos en la calle y en casas para mantener a la gente que quería seguir entrenando conmigo. Así ya abrí con una cartera de clientes”, recuerda.

El aprendizaje de emprender

Para Inés, lo mejor de emprender ha sido tener la independencia y la libertad para decidir “cómo hacer las cosas” siguiendo la metodología que ella considera más adecuada. “Soy una persona que no para y que siempre tiene ideas en la cabeza. Y en otros trabajos me han frenado y no me han dejado desarrollarme”, explica.

Por otro lado, también reconoce que entre las cosas más exigentes está la gestión, tanto económica y fiscal, como de personal. “Puedes ser buena persona, hacerlo lo mejor posible, dar todo lo que puedas, pero la gente se mueve por su propio interés. En cierta medida, es algo que entiendo, pero, al final, no piensan en ti. Ahora hay muchos centros de entrenamiento y es muy complicado porque hay mucho movimiento. Para mí esto es lo peor, porque soy demasiado emocional y lo paso mal”, reflexiona.

Pero, a pesar de todo, Inés lo tiene claro: “Mi consejo para alguien que se esté planteando emprender es que, si cree en ello, que vaya a muerte. Es verdad que puedes tener mala suerte, pero con mucho esfuerzo, trabajo y pasión, si es lo que de verdad te gusta, al final todo sale”, opina.

Formación y experiencia

Además de estudiar el grado en CCAFD en la USJ, estudió un máster de Entrenamiento Personal en Granada e hizo varios cursos sobre gestión de instalaciones deportivas y nutrición. Además, se especializó en mujer y realizó cursos sobre embarazo, posparto, salud femenina, suelo pélvico, etc. “En este campo, la formación era una mezcla de CCAFD y fisioterapia. Me gustó muchísimo porque, aunque se trata de funciones que yo no voy a realizar porque no soy fisioterapeuta, sí que eran importantes para mí de cara a explicar a mis clientes cómo es un ecógrafo o cómo se realiza una valoración de suelo pélvico”, argumenta. También trabajó en varios centros de entrenamiento en Granada, en Almería y en Zaragoza.

Sobre su etapa en la USJ destaca dos aspectos: las instalaciones y los profesores. “Eran jóvenes y muy especializados en la asignatura que impartían. He escuchado opiniones de compañeros que han estudiado en otras universidades y, en algunas ocasiones, han tenido profesores muy mayores que no estaban actualizados. En la USJ fue al contrario. Eran profesionales muy buenos y que conocían las últimas tendencias”, recuerda. Además, también valora la cercanía y los grupos reducidos, que permitían una formación mucho más personalizada.