El jueves 30 de mayo, el periodista Jesús Nadador presentó en el Edificio Grupo San Valero su primera novela, A la sombra de un laurel de Indias. Le acompañaron Pedro Olloqui, director general de Cultura del Gobierno de Aragón, y José Antonio Aguilar, director del festival de cine de Fuentes de Ebro. El acto estuvo organizado por Roca Editorial, con la colaboración de Cultura USJ.

Jesús Nadador, rostro muy popular tras años al frente del magacín de las tardes Sin ir más lejos de Aragón Televisión, compartió con el público cómo había vivido el paso del mundo de la televisión a la escritura, sus sensaciones, sus fuentes de inspiración, e incluso algunos aspectos autobiográficos de la novela.

Con las preguntas que José Antonio Aguilar y Pedro Olloqui, pronto surgió una referencia a Alejandro Dumas, primero, por tratarse esta novela de una historia de aventuras, pero también como ejemplo de diversidad, como reivindicación del valor de la diferencia cuando debemos convivir en sociedad.

Entre las emociones que Jesús Nadador ha experimentado durante el proceso de escritura, confesó que escribir había sido un salto al vacío. «El mundo de la televisión es rápido, siempre rodeado de gente, te reconocen por la calle, te sientes elogiado por ello. Pero escribir es una tarea solitaria, llena de miedos e inseguridades», declaró.

Queda patente en el libro el vínculo que Jesús Nadador, natural de Guadalajara, guarda con Aragón y Zaragoza: «A Zaragoza le debo todo lo que soy». La novela empieza en Zaragoza, y para él esto representa un bucle en su vida, ya que su trayectoria profesional le trajo a Zaragoza desde Tenerife, y de vuelta a Tenerife tras 17 años en Zaragoza. La novela transcurre entre estas dos tierras tan diferentes, cada una con una belleza especial: de la exuberancia de la isla, muy maltratada por los intereses económicos, a la dureza y autenticidad del paisaje zaragozano. La naturaleza y el paisaje tienen una gran importancia en la historia, y son entornos a los que deberíamos volver porque, en palabras del autor, «la naturaleza nos humaniza».

Centrando la conversación en la trama de la novela, llama la atención el personaje de don Mariano, al que Olloqui define como un antihéroe, con las cualidades del héroe, pero incapaz de actuar como él. Y Jesús Nadador así lo reconoció: «la sociedad actual idolatra la juventud, el consumo, lo frenético… Y quería romper esa imagen, elegir para mi protagonista a una persona mayor, envejecida en el sufrimiento, en el dolor y en el enfado. Y todos crecemos recibiendo golpes».

Fue en este momento donde el autor hizo una defensa cerrada de la diferencia como valor de la democracia y la convivencia, en el reconocimiento del otro y el diferente.

Olloqui quiso profundizar en estos aspectos de crítica social, e interpeló a Nadador para saber cuánto había de descubrimiento personal en la novela. Jesús Nadador admitió que él también emite prejuicios, o juzga sin conocer, pero que es importante darse cuenta de que lo estamos haciendo y luchar contra eso cada día: «Y cuando uno descubre que no es el mejor del mundo y que, además, puede mejorar, se da cuenta de que hay personas que, de repente, pierden el poder de hacerte daño».

José Antonio Aguilar dejó caer que él veía una película en este libro, y Jesús Nadador, entre bromas y la complicidad de los asistentes, confesó que él también. Y no es que fuese de manera intencionada, pero el autor explicó que la forma de escribir actual, los productos culturales contemporáneos, las series, el cine, su trayectoria en la televisión… esos son los códigos que manejamos actualmente y eso se ve en la manera de escribir y de articular esta historia con trama policiaca.

La novela trata asuntos como la prostitución, en este caso masculina, un tema rodeado de cierto tabú, las drogas y las diferentes formas de vivir la sexualidad, lo que le sirve a Nadador para denunciar que «la sociedad no es solo la parte amable en la que vivimos y nos movemos la mayor parte de los ciudadanos, sino que los mayores negocios del mundo son la trata de blancas, las drogas y el comercio de armas».

En el tramo final, entre las preguntas de Olloqui, Aguilar y el público, Jesús Nadador confesó haber tenido una fuerte crisis de identidad y ansiedad dos semanas antes de que se publicase el libro: «me daba miedo que determinadas personas leyeran determinadas cosas, como mi madre y sus amigas los temas de drogas y prostitución. Y fue ella la que me animó diciéndome “Jesús, que soy mayor pero no soy tonta”».

Hubo tiempo para una última y emotiva confesión, y es que la novela es una relectura de su relación con su padre, y gracias a ella «le he perdonado y le quiero más que nunca».

Antes de pasar a la firma de ejemplares, quedó tiempo para unas últimas palabras de cariño y agradecimiento a Zaragoza, por todo lo que esta tierra le ha dado.

Y una pregunta quedó flotando en el aire: ¿habrá segunda parte?