Marcos Gómez Sancho, presidente de Honor de la Sociedad Española de Cuidados Paliativos, fue el primer ponente del ciclo organizado por el Grupo San Valero “La bioética del cuidado al final de la vida”.

Berta Sáez, rectora de la USJ, comenzó afirmando que la charla trataría un tema incómodo de abordar, “pero muy presente en la sociedad” y “foco recurrente de controversia en los medios de comunicación”. “Nosotros queremos propiciar todo lo contrario. El debate sosegado, la exposición de argumentos y la apuesta por soluciones que nos ayuden a que esta sociedad progrese realmente y sea una sociedad en la que se respeten todas las posturas”, declaró.  

Por su parte, Pedro Baringo, presidente del Grupo San Valero, reafirmó esta idea asegurando que el Grupo San Valero “pretende crear un espacio de reflexión donde quepan todas las opiniones y se pueda hablar de todo, no para convencer, sino para que cada uno forje una conciencia crítica basada en conceptos éticos sobre los temas más esenciales de la vida”.

Rogelio Altisent, presidente del Comité de Bioética de Aragón y vicepresidente del Comité de Bioética de España, moderó la sesión y presentó al ponente, sobre el que dijo ser una persona que “ha conseguido hacer de las humanidades un espacio de utilidad que nos sirve para ser mejores”.

Marcos Gómez habló sobre situaciones y sentimientos que rodean a la muerte, como el dolor, el acompañamiento, las despedidas, el descanso, etc.  El médico defendió que “el entorno más digno para morir es la propia casa”, puesto que “el hospital es para diagnosticar y curar” y allí pueden “no estar capacitados para atender a pacientes que ya no pueden curarse”.  

También destacó la importancia del acompañamiento por parte de la familia, quien debe “autorizar al enfermo a partir” transmitiendo palabras “de descanso y tranquilidad”. En este sentido, advirtió que “el enfermo puede tener percepciones” y “es posible que el tacto y el oído sea lo último que se pierda”, por lo tanto, explicó que lo adecuado es “no hablar delante del paciente de algo que no debería escuchar” y “dar indicaciones a los familiares sobre cómo comunicarse” aunque crean que no los escucha. “Cuando se acerca el final, cada vez es menos importante la presencia de los médicos y más la de los familiares”, destacó.

El doctor hizo hincapié en aquellas “necesidades espirituales” que adquieren especial importancia “independientemente de si el paciente es ateo o religioso”. Entre otras, mencionó la revisión y necesidad de contar cosas, la preocupación por los que quedan, sentimientos de culpa, crecimiento personal, la necesidad de amar y ser amados, y de perdonar y ser perdonados, etc.

Finalmente, habló sobre el sufrimiento, al que calificó como “universal e inevitable”. Sin embargo, matizó que puede ser una oportunidad de transformación. “No podemos cambiar las cosas que han sucedido, pero sí podemos cambiar nosotros. El que se reconcilia, se arrepiente y perdona se convierte en un hombre nuevo. Por eso, la última palabra siempre la tenemos nosotros”, concluyó.

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